En un artículo anterior hablábamos de las peculiaridades de ciberseguridad y privacidad enfocadas a menores de 14 años. En esta ocasión, los protagonistas son también menores de edad, aunque su comportamiento en la red cambia radicalmente. Distinguir a los menores en la red entre menores y mayores de esos 14 años se debe a que, como decíamos entonces, esa edad marca el momento en el que los menores pueden gestionar sus datos personales, prestar consentimiento para su tratamiento y, por ende, pueden legalmente tener cuentas de correo electrónico o redes sociales. Son adolescentes digitales.
En ese sentido son “casi adultos” lo que le suele reforzar en su posible rechazo a que les aconsejemos, ayudemos u orientemos. Es una edad en la que suelen pedir independencia y el mundo digital no es más que una vía de escape para ello.
Y no solo una vía de escape, sino también su mundo. Si ya los adultos vivimos prácticamente en la red, en su caso es mucho más evidente, hasta el punto de que, para muchos de ellos, son más importantes los likes que vaya a conseguir en su post de Instagram de hoy que el examen que puedan tener mañana en el instituto.
Su vida es 100% digital. Son nativos digitales y han crecido con una pantalla en la mano, con lo que no debería extrañarnos que vean completamente normal comunicarse y relacionarse a través de la red (incluso estando juntos físicamente) o que su mundo real sea el digital.
Esa es la realidad de los adolescentes digitales y ha venido para quedarse. Esa digitalización no es una cuestión de modas pasajeras con lo que deberemos hacer el esfuerzo de interiorizar esa importancia que lo digital tiene para ellos y adaptar nuestros mensajes y comportamientos en esa línea.
Pero, por descontado, sin desatender su educación y su formación como personas.
Acompañamiento como estrategia fundamental
A pesar de todo ello y, tal y como hacemos en el caso de los menores de 14, deberemos continuar con el acompañamiento como estrategia fundamental. Interesarnos por su vida digital, por lo que hacen en la red. Deberemos saber qué redes sociales utilizan, si juegan online o no, si utilizan chats secretos, por qué páginas navegan o qué tipo de vídeos ven.
Si no conocemos lo que hacen en la red, difícilmente podremos guiarles, aconsejarles o incluso prohibirles determinados comportamientos. Las herramientas de mediación y control parental son útiles, pero deberíamos dejarlos como segunda opción o, al menos, como método complementario, nunca exclusivo.
El utilizar este tipo de herramientas como único control de lo que hacen nuestros hijos puede ofrecernos una falsa sensación de seguridad que, además, puede hasta llegar a ser perjudicial.
Por una parte, el mensaje que le estaríamos trasladando al menor es que nos interesa poco o nada su vida (recordemos que su vida, para ellos, es su vida digital) si fiamos toda su educación digital a una herramienta de la que prácticamente ni nos ocupamos.
Llegar a acuerdos digitales, que puedan cumplirse
Por otro lado, ese tipo de herramientas, si bien vienen configuradas por defecto, deberían de ser adaptadas a cada caso particular. Si no lo hacemos, es posible que estén teniendo acceso a contenidos que pueden ser potencialmente peligrosos para ellos sin que lo sepamos y, reforzará su idea de que no nos preocupa demasiado su vida digital.
Una estrategia que está funcionando muy bien es la de establecer pactos y reglas con ellos. Pero hacerlo en condiciones. Previa firma de un acuerdo por escrito.
Tenemos modelos que nos pueden servir de guía tanto en la página de IS4K como en la de Policía.
Eso sí, deberemos darles opción a negociar cláusulas, modificar, quitar y/o añadir. No hacerlo sería una imposición y no funcionaría. Pero si el menor se compromete en la negociación y llega a acuerdos con nosotros, su compromiso de cumplimiento está comprobado que es muchísimo mayor y es ahí donde reside el éxito de estos modelos.
Lo que no suele funcionar nunca es la imposición por el artículo 33 o las prohibiciones sin explicación o justificación. Lo único que conseguiremos será discutir, enfadarnos, malas caras y que busquen solución (es decir conectarse como y con quien ellos quieren) en otras opciones que pueden aumentar los riesgos a los que se enfrenten.
Los mayores de 14, aunque ellos crean que no, siguen siendo menores y requieren apoyo, ayuda y comprensión. Estar a su lado, conociendo el mundo en que se mueven, será la mejor manera de poder guiarles por el camino correcto.