Hoy en día, casi cualquier aplicación que utilicemos o web que visitemos desde nuestro dispositivo móvil se aprovecha de los servicios basados ​​en la geolocalización, reportando en tiempo real la ubicación física de los usuarios.

Los objetivos o, mejor dicho, las “disculpas” con las que pretenden acceder a nuestra ubicación, son muy diversas: desde enviarnos ofertas o publicidad basada en nuestra localización hasta sugerirnos locales o lugares que visitar, pasando por el famoso “mejorar nuestra experiencia de navegación” que, realmente, no mejora en absoluto.

Obviamente, también tiene usos legítimos como el poder geolocalizarnos para que nos encuentren nuestros familiares o amigos o que mediante un navegador podamos dirigirnos a un punto que desconocemos de antemano.

Algunas redes sociales piden que las funciones de geolocalización estén activadas de forma predeterminada. A estas alturas deberíamos ser conscientes de las consecuencias tanto a nivel de privacidad como, incluso, de seguridad, que puede tener el estar compartiendo constantemente nuestra ubicación.

El riesgo de compartir más información de la necesaria

Seguramente a ninguno de nosotros nos haría ninguna gracia que cualquier desconocido supiera dónde vivimos, dónde trabajamos, qué recorrido realizamos para ir a trabajar; si vamos al gimnasio al terminar nuestra jornada o cuál es la playa en la que descansamos en verano.

Toda esa información (y muchísima más) es la que compartimos cuando publicamos en cualquier red social con la geolocalización activada e incorporamos la misma a nuestras publicaciones. Le estamos diciendo al mundo (a nuestros seguidores, que no siempre conocidos, pero también a extraños y a cualquiera que lo quiera saber) dónde estamos exactamente en cada momento.

Es muy fácil pintar en un mapa las ubicaciones exactas de cada publicación que hacemos. Existen sitios webs que lo hacen automáticamente, tan solo hay que introducir el nickname de la red social en la que publicamos geoposicionados y creará un mapa de nuestros movimientos. Con absoluta precisión, tanto de posición como de fecha y hora. Ese análisis realizado un poco a conciencia nos dará una fotografía exacta y precisa de qué es lo que hacemos cada día: marcará la ubicación de nuestra casa (que es el lugar desde el que más habitualmente publicamos), la de nuestro trabajo, por dónde nos movemos. Todo. Absolutamente toda nuestra vida estará resumida a disposición de quién la quiera conocer.

¿Practicas el geottaging?

Lo mismo sucede con el geotagging de las fotografías y vídeos que tomamos si les añadimos la información de geolocalización. Dicha información queda grabada en una zona “no visible” del archivo – los metadatos – en la que se quedan incorporadas de manera permanente (a menos que los borremos utilizando herramientas específicas).

Además de nuestra ubicación, los metadatos (que se encuentra en los datos EXIF ​​de un archivo) también podrían incluir elevación, rumbo, distancia, e incluso el nombre de un lugar como restaurantes y tiendas.

Hoy en día, que compartimos cuasi compulsivamente imágenes y vídeos, este exceso de información puede ser extremadamente peligroso para nuestra seguridad.

Es evidente que cualquier ciberdelincuente, acosador, o simplemente alguien que “nos quiera dar un susto”, simplemente con hacer un seguimiento de nuestras fotos o publicaciones, sabría dónde estamos en cada momento, por dónde nos movemos y cuáles son nuestros hábitos.

Es cierto que la mayoría de las redes sociales (Facebook, Twitter o Instagram) eliminan los metadatos a la hora de publicar fotos y vídeos (con lo que hay parte del riesgo que se desvanece). Pero no todas lo hacen o no todas borran todos los datos.

Además, que eliminen los metadatos (o parte de ellos) de las imágenes no quiere decir que no los almacenen en sus servidores junto con el resto de información que tienen sobre nosotros para venderlos al mejor postor.

No todo es negativo, con cabeza

Resulta evidente que las ventajas de la geolocalización son inmensas en lo que se refiere a la facilidad con que viajamos o llegamos a lugares que no conocíamos. Pero los riesgos que representa a nivel de privacidad e incluso seguridad son también desmesurados.

Debemos ser conscientes de ello y no utilizar la geolocalización salvo que sea realmente necesario. El permiso de acceso a la ubicación de cualquier app que utilicemos debería estar retirado (salvo en el caso de un navegador o la app con la que medimos nuestra actividad física, si me apuras) y el propio GPS del dispositivo, apagado (que además nos reportará un ahorro de batería).

Es cierto que existen apps que requieren mantener la geolocalización activada para localizar el móvil si nos lo roban, algo de enorme utilidad. Pero también hay servicios que lo localizan igualmente sin necesidad de tenerlo operativo.

Si a pesar de todo prefieres mantener el GPS constantemente encendido, ten en cuenta lo siguiente:

  • No añadas la ubicación a tus publicaciones en redes sociales.
  • Deshabilita el permiso de acceso de la cámara a tu ubicación.
  • No compartas tu ubicación con nadie y mucho menos con un desconocido (recuerda que un contacto es un contacto, no un amigo).

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