Es muy común entrar en una página web y que rápidamente nos salte una ventana emergente pidiéndonos autorización para aceptar las cookies. Hasta hace poco tiempo, el usuario podía libremente rechazar las cookies sin problema alguno, pero desde ahora nos pueden cobrar si queremos acceder a una información y a la par proteger nuestra privacidad.
A raíz de la reciente actualización formulada por la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) sobre su ‘Guía sobre el uso de cookies’, se ha trabajado para adaptarla a las directrices sobre patrones engañosos publicadas por el Comité Europeo de Protección de Datos.
Ahora se recoge que si el usuario rechaza el uso de cookies no se le puede impedir acceder al servicio, aunque se recoge una opción que es a la que se aferran las empresas. Y es que afirma que la alternativa puede “no ser necesariamente gratuita”. Por consiguiente, con la ley en la mano, pueden pedir pagar por rechazar las cookies.
Aunque ahora la normativa es más tajante al respecto, nunca ha sido la información de Internet gratis, pues hemos pagado con nuestros datos, utilizando e instalando cookies en nuestros terminales, las cuales acaban afectando a nuestra privacidad. A partir de ahora se empieza a ser conscientes del valor que para las empresas poseen los datos y conocer aspectos de la vida privada de los usuarios y sus hábitos de navegación.
Si se analiza el artículo 22 de la LSSI, las cookies y tecnologías similares (local shared objects o flash cookies) se pueden emplear para almacenar y recuperar datos de un equipo terminal de una persona física o jurídica, ya fuese por motivos profesionales o como servicio a la sociedad de la información. En la norma se tienen en cuenta técnicas de fingerprinting, es decir, técnicas de toma de la huella digital del dispositivo.
Diferenciación de cookies y permisos
Hay que saber diferenciar entre las cookies técnicas o necesarias (que facilitan una operación durante una compra online) y las cookies de preferencias o personalización (que recuerdan información para que el usuario acceda al servicio, como la moneda o el idioma). En ambos casos no es necesario solicitar el consentimiento del usuario, siempre y cuando sean exclusivamente con ese fin.
Luego aparecen las cookies de análisis o medición, que aportan datos de comportamiento al navegar, detectando problemas y mejorando la página en función de las necesidades de los usuarios. Las cookies de publicidad comportamental (almacenan información sobre los usuarios y les brindan publicidad concreta) y las cookies de terceros (monitorizan la actividad para descubrir gustos o intenciones y transmitírselas a los anunciantes) también hay que tenerlas en cuentas.
En estas tres tipologías solo se permiten cuando los destinatarios hubiesen prestado su consentimiento expreso, tras una información clara de su uso. En algunos casos intentan ofrecer las cookies para justificar el cobro o los ingresos derivados de la publicidad bajan.
¿Cómo protegerse de las cookies sin pagar?
El problema de las cookies, como dispositivos de almacenamiento y recuperación de datos, reside en que son una herramienta esencial para que los portales puedan funcionar y añadir informaciones o productos óptimos. Pero también poseen un cierto lado oscuro, como el seguimiento. Y es que a través de las cookies se puede espiar a los usuarios; tanto las webs que se visitan como el tiempo que se permanece en ellas.
La clave es aceptar las cookies, pero emplear el modo incógnito del navegador, de tal modo que conseguiremos engañar a los algoritmos de las páginas webs de las empresas. Para evitar pagar por rechazarlas y visitar la web, lo ideal es ese modo disponible en la mayoría de los buscadores. De este modo, al cerrar el navegador, todas las cookies creadas al ir de una página a otra desaparecerán.
Otra opción, bastante efectiva y que recomiendan los expertos, es utilizar el modo habitual del buscador tras su uso, borrando el historial creado. Para ello bastará con seleccionar la opción de eliminar las cookies.
En el caso de usar la navegación privada, es necesario introducir el nombre de usuario y contraseña en todos los sitios web cada vez que se quiera acceder a ellos, ya que las cookies son precisamente la herramienta que permite recordar la sesión y agilizar los procedimientos en los trámites 100% online.
El hecho de pagar por rechazar las cookies, es decir, por salvaguardar nuestros datos personales, al final puede ser calificado como un chantaje encubierto, pero se trata de una práctica completamente legal y ética, con la normativa vigente en la mano. De este modo, tal y como señalan algunos grupos políticos como VOX, se distorsiona la línea entre la protección de datos y la extorsión digital. Así pues, la privacidad puede llegar a ser considerada como un lujo y no como un derecho básico y fundamental en pro de la libertad.