El papel del Chief Information Security Officer -más conocido como CISO en las organizaciones- ha evolucionado significativamente en los últimos años. Tradicionalmente relegado a funciones técnicas y operativas, éste ha ganado terreno en los niveles estratégicos de las empresas. Y también en fomentar la cultura de la ciberseguridad empresarial y en la prevención de ciberataques.

Es una realidad. Su participación en las decisiones de la alta dirección y su influencia en el diseño de políticas de seguridad son cada vez más relevantes. Sin embargo, un reciente informe destaca un desafío persistente: aunque su influencia ha aumentado, el 64% de los CISO señala que la falta de apoyo organizacional continúa, lo que contribuye directamente a que tengan lugar ciberataques con éxito.

La creciente importancia de los CISO en las empresas responde a la evolución del panorama de ciberamenazas, donde ataques como ransomware, phishing y vulnerabilidades en infraestructuras críticas se han vuelto más frecuentes y sofisticados.

Según datos publicados, 94% de las organizaciones encuestadas reconoce que la función del CISO es fundamental para mitigar riesgos de ciberseguridad y garantizar la continuidad operativa. Sin embargo, la falta de alineación con la alta dirección y la percepción de que los problemas de ciberseguridad son exclusivamente técnicos, limitan el impacto estratégico que estos profesionales pueden ofrecer.

En un contexto donde el coste promedio de una brecha de datos supera los 4 millones de euros, es crucial que las empresas integren la ciberseguridad en su cultura organizacional, respaldando a los CISO con los recursos necesarios.

Las funciones clave del CISO y su impacto en la estrategia empresarial

Pero, ¿a qué se dedica un CISO? Este profesional tiene una responsabilidad transversal dentro de las organizaciones, abarcando desde la gestión de riesgos hasta la implementación de controles técnicos y el diseño de estrategias de respuesta a incidentes.

Este rol no solo requiere competencias técnicas avanzadas, sino también habilidades de liderazgo y comunicación para influir en la cultura corporativa y en la toma de decisiones estratégicas.

La principal función del CISO es proteger los activos digitales de la empresa, incluyendo datos, sistemas y redes, frente a un entorno de amenazas en constante evolución. Esto implica identificar riesgos, implementar soluciones de seguridad, realizar auditorías regulares y garantizar el cumplimiento de normativas como el GDPR o la Ley de Protección de Datos.

Sin embargo, la contribución del CISO va más allá de lo técnico. En la actualidad, su papel se centra en alinear las estrategias de ciberseguridad con los objetivos comerciales de la empresa. Esto incluye colaborar con otros líderes corporativos para garantizar que las inversiones en seguridad no solo mitiguen riesgos, sino que también impulsen la innovación y la confianza en la marca.

Por ejemplo, las empresas que integran la ciberseguridad en sus procesos de desarrollo de productos y servicios obtienen ventajas competitivas al ofrecer soluciones más confiables y seguras a sus clientes.

Además, el CISO actúa como un enlace entre la alta dirección y los equipos técnicos, traduciendo conceptos complejos de ciberseguridad en términos comprensibles para todos los niveles de la organización.

A pesar de la importancia estratégica de este rol, el informe señala que el 49% de los CISO todavía encuentra dificultades para comunicarse eficazmente con la alta dirección, mientras que el 38% afirma que no cuentan con acceso directo al consejo de administración.

Esta desconexión no solo afecta la capacidad de los CISO para influir en las decisiones clave, sino que también limita la rapidez y efectividad con la que las empresas pueden responder a incidentes de seguridad. En este contexto, el fortalecimiento del apoyo organizacional y la integración del CISO en los niveles más altos de la empresa son esenciales para abordar las crecientes amenazas.

El CISO, entre los ciberataques y la falta de presupuesto

La insuficiencia de presupuesto, la falta de personal capacitado y una limitada integración de la ciberseguridad en la planificación estratégica que duda cabe, juegan en contra de los CISO. En muchas empresas, los presupuestos asignados a seguridad todavía se perciben como un coste, en lugar de una inversión. Esto resulta en infraestructuras tecnológicas obsoletas y en una incapacidad para implementar soluciones avanzadas frente a ataques cada vez más complejos.

No obstante, la situación también presenta oportunidades significativas. Según el mismo informe, el 78% de las empresas que integran al CISO en el consejo de administración han experimentado mejoras tangibles en su capacidad para gestionar riesgos y responder a incidentes de forma eficiente.

Esto evidencia que, cuando los CISO cuentan con el apoyo necesario, no solo contribuyen a reducir las vulnerabilidades, sino que también generan valor agregado al garantizar la continuidad operativa y proteger la reputación corporativa.

Además, los CISO con acceso a la alta dirección pueden impulsar programas de formación y concienciación para empleados, fortaleciendo la primera línea de defensa contra ataques como el phishing.

Por otra parte, los avances en tecnologías como la inteligencia artificial y la automatización ofrecen nuevas herramientas para que los CISO gestionen amenazas de forma más eficiente. Estas soluciones permiten identificar patrones sospechosos, responder a incidentes en tiempo real y reducir la carga operativa de los equipos de seguridad. Sin embargo, su implementación requiere no solo de inversión económica, sino también de un cambio cultural que priorice la ciberseguridad como un elemento central de la estrategia empresarial. Y no siempre se consigue.

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